Hacia 1996 Alex Ross se presentó en las oficinas de DC con una propuesta personal, una
historia de 4 números que involucraba a
la mayor parte de los personajes de la editorial. Un proyecto muy ambicioso
que, tras algunos problemas iniciales, finalmente se materializó en colaboración
con el guionista Mark Waid, que por aquella época se había encargado de las
series regulares de Flash y Capitán América.
Kingdom Come nos presenta un futuro en el que los grandes
héroes que todos conocemos están en su mayor parte retirados y un gran número
de metahumanos ha ocupado su lugar. Sin embargo, el modus operandi de esta
nueva hornada de “héroes” causa más problemas de los que soluciona, y nadie
tiene el valor ni el poder para plantarles cara. Esta situación obliga a
Superman a salir de su retiro para volver a enfundarse su manto
kriptoniano y liderar al elenco del
universo DC contra la amenaza de los neo-héroes.
Nos encontramos ante uno de los cómics de superhéroes
más humano jamás escrito. No en vano la historia se relata desde el punto de vista del
reverendo Norman McCay, un hombre normal que es testigo de cómo el poder
entregado a las manos equivocadas por algún dios ocioso amenaza con acabar con
todo. Es este toque humano, así como la humanidad con que se perfilan los
personajes de DC lo que aumenta el valor del relato, pues se acaba hablando de
algo que nos toca a todos: el poder, la responsabilidad que lo acompaña y que
por poco que tengamos, debemos esforzarnos para mejorar nuestro mundo. Por el
camino se habla de ambición, religión y política, convirtiendo a Kingdom Come
en uno de los cómics de género superheróico que abarcan temáticas que atañen a
los mortales de manera más acertada.
El dibujo de Alex Ross ayuda en gran medida a transmitir esa
terrenalidad, con figuras portentosas e imponentes pero siempre realistas. Los
héroes de Alex son lo más cercano a lo que serían en el mundo real. Los
guionistas aprovechan también la ocasión para reivindicarla figura del
superhéroe original, en la que en el fondo son la personificación de los
distintos valores que se atribuyen al ser humano: la fuerza de voluntad de
Green Lantern, la fe inquebrantable de Superman, la búsqueda de la justicia de
Batman... Esto se contrapone a la ultraviolencia que saturaba a los cómics en
los años 90, plasmándolo en la plaga de metahumanos. Es evidente el amor que
sienten los autores hacia los personajes con los que crecieron, en la llamada
época dorada del cómic americano, pues utilizan a numerosos personajes hoy en
día olvidados, reivindicando a algunos como Shazam o devolviendo a Alan Scott
su estatus como Green Lantern.
La gran cantidad de personajes rescatados y revisionados convierte a su vez la lectura en un divertido juego, pues el cómic está plagado de guiños y cualquier personaje que puedas recordar de DC puede estar escondido en la siguiente viñeta. No quisiera terminar la reseña sin recomendar la edición Absolute de Planeta, ya no sólo por el tamaño que ayuda a admirar el fantástico dibujo de Ross sino por los extras, que incluyen los bocetos y diferentes diseños de los personajes y una guía de los guiños y referencias que pueden pasar desapercibidos.
En cualquier caso, Kingdom Come es una lectura necesaria tanto para los seguidores de los superhéroes de DC como para todo el que disfrute de una buena historia con un dibujo incomparable.
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