jueves, 26 de abril de 2012

Lobezno: El viejo Logan


A pesar de ser uno de los personajes favoritos del público, poca literatura de calidad se ha escrito acerca del mutante Lobezno que se hayan convertido con el paso del tiempo en obras maestras. 

El viejo Logan es una historia ambientada en un futuro apocalíptico, en el que Lobezno ha jurado no volver a sacar sus garras por algún misterioso motivo que le atormenta. Uno puede aventurarse rápidamente a esperar que se retracte tarde o temprano a lo largo del cómic. Lo interesante es descubrir qué le ha llevado a tomar esa decisión, y por qué motivo es capaz de arrepentirse nuevamente. 

Son muchos los que suscriben, con razón, tres títulos por encima del resto como las historias fundamentales del personaje: Lobezno: Origen, Arma-X, y Lobezno: Honor. A esas tres elecciones, más o menos discutibles, habría que añadir los dos arcos argumentales con los que Mark Millar y John Romita Jr. hicieron historia, si bien su cómic estaba más encaminado a contar una epopeya digna de un blockbuster. Pero, ¿qué guión de Millar no está basado en ese tipo de material sin perder nunca de vista la profundidad de su discurso? 

Aquí vuelve a convertir una premisa sencilla en excusa para edificar una historia divertida. Porque no conviene engañarse: las tracerías gamberras de Millar son precisamente las intenciones de un autor irreverente para invitar a la diversión, a la liberación de los frenos de la corrección y de la autocensura. No es baladí la comparación que algunos le hacen con la figura de Quentin Tarantino en el cine, pues para ambos, por ejemplo, la sangre es un elemento tan excesivo como necesario para provocar esa sensación de desborde, de exageración narrativa y de un exhibicionismo caricaturesco que trabaja siempre en búsqueda del puro humor.

En su historia apocalíptica, Steve McNiven tiene mucho de culpa a la hora de afianzar la sensación de solidez que envuelve a todo el relato, con su dibujo detallista, su atención por la anatomía humana y por las expresiones faciales de unos rostros aquí más importantes quizá que en otras ocasiones en las que ha trabajado con el guionista. 

La historia está plagada de los recursos habituales de Millar, en la que no falta la sensación de estar frente a un infinito crossover. El festival de personajes que van apareciendo a lo largo de la historia siempre es un aliciente en sus cómics, con un Ojo de Halcón que se lleva la palma en la creación futurista de un héroe olvidado que ha perdido la vista pero no su habilidad con el arco. 

Disfrutar con el material escrito por el guionista de Kick-Ass depende mucho del gusto del lector, pues sus historias se construyen en base a los excesos. Todo aquello que encuentra a su paso y pueda exagerar aparecerá en proporciones desmedidas. McNiven no sólo disfraza eso sino que lo convierte en una refinada epopeya sobre una travesía alrededor de un mundo destruido. Por el camino, Logan vuelve a encontrarse consigo mismo, con el guerrero eterno.

Flashpoint: Project Superman


Al adentrarse en la lectura de un gran evento editorial, como es el caso de Flashpoint que afecta a todas sus colecciones individuales y paralelas, uno no puede evitar la incertidumbre de no saber qué historias/complementos son un simple relleno para multiplicar las ventas, o cuáles funcionan realmente como un motivo para componer una gran historia sobre el personaje que tratan. 

Si hay un argumento realmente original y con un potencial enorme dentro de la trama de Flashpoint, es con diferencia la de un Superman que no aterriza en una granja olvidada, sino en plena ciudad, y queda entonces preso del gobierno y de las autoridades militares para ejercer sobre él todo tipo de experimentos que acerquen un poco al ser humano a las condiciones del superhombre como arma, no como nueva entidad humana. 

El guión de Scott Snyder para este Project Superman se revela del todo superfluo, narra una infancia llena de sufrimiento e incomprensión por parte del Superman niño y teje con ello un argumento absolutamente convencional y sin trascendencia alguna, amén de pasar de puntillas por lo que acontece en la línea principal de Flashpoint y que debería entroncar con lo que también sucede en este cómic. 

La decepción es palpable pues no sólo el cómic resulta intrascendente, sino que en cada página pueden percibirse las enormes oportunidades que ofrecía una situación como esta. 

Quizás, para algunos lectores, el dibujo del artista Gene Ha sea otro escollo al que enfrentarse dada su afinidad narrativa con la estética del modelo Manga y la poca adecuación de su estilo al universo superheróico americano clásico. Su calidad es indiscutible, pero algunas de sus decisiones narrativas no son nada convencionales y eso puede imposibilitar la conexión con el universo del héroe de Metrópolis

En definitiva, Project Superman es un cómic que se queda a medio gas entre lo que deseaba conseguir y lo poco que finalmente alcanza a edificar. Ninguna de sus tramas es más interesante de lo que podría resultar cualquier historia aislada del superhéroe, y eso es quizás lo peor que pueda decirse de un tie-in sobre uno de los personajes más importantes de DC: la sensación de haberse quedado totalmente igual tras haberlo leído. 


lunes, 23 de abril de 2012

Flashpoint


En una época en la que las dos grandes editoriales de cómic apenas esperan a cerrar un gran evento para meterse en otro, sería normal plantearse qué interés tiene el sumergirnos en Flashpoint, el gran arco con el que DC cierra su continuidad hasta ahora para reiniciarse con "The New 52". También puede asustarnos ver que son 62 los números que componen  Flashpoint pero sin embargo son 5  números centrales y el resto corresponden a series de 3 números de los diferentes personajes, lo que la hace muy accesible y que cada uno pueda leer solo lo que le interese, pues nos bastan esos 5 números para seguir la historia y el resto sirven como complemento para ampliar el universo que nos presentan, pero sin desmerecer para nada a la serie madre.

Flashpoint se presenta como un enorme Elseworld, en el que Barry Allen/Flash despierta en un mundo parecido al suyo, pero con algunos cambios sustanciales. Por suerte para el lector estos cambios no suponen ligeras pinceladas a los personajes que todos conocemos, sino que dibujan un gran cuadro en el que hay espacio para interesantes revisiones de los héroes del universo DC, entre los que destacaría a Shazam, e incluso para presentar a personajes nuevos, como son Element Woman o Deathstroke, con vistas a darles protagonismo en el inminente reinicio editorial. Este mundo está marcado por la guerra que enfrenta a las amazonas, con Wonder Woman a la cabeza, y los atlantes, liderados por Aquaman; una guerra que está asolando europa y amenaza con hacer perder el equilibrio al resto del mundo. Así, Barry Allen no duda en buscar la manera de reestablecer el universo conocido.

Es muy de agradecer que en la serie no se limiten a buscar la explicación a este cambio, sino que nos van presentando el universo en que nos sitúan y las nuevas relaciones que se establecen entre los personajes, sumergiéndonos irremediablemente en la historia y haciéndola sorprendentemente cercana sin que nada resulte demasiado forzado o artificioso. No es hasta el último número cuando se plantea la causa de este desbarajuste de forma muy sencilla, lo cual podría resultar decepcionante para algunos lectores pero a mi juicio se agradece, atrás quedaron las tramas con complots intergalácticos, devoradores de universos e implicaciones de historias casi olvidadas. A pesar de involucrar historias previas de algunos personajes Geoff Johns tiene la habilidad para mostrarnos los datos necesarios en poco más de algunas viñetas y que no sintamos que nos faltan datos. En las últimas páginas hay espacio para un cierre emotivo y dejarnos en una situación ambigua que da pie a interesarnos por "The New 52", no olvidemos que aquí lo que se busca es ganar nuevos lectores.

Respecto a las series paralelas nos encontramos con algunas realmente sorprendentes y se pueden reivindicar más allá de este evento, como es el caso de Batman: el espíritu de la venganza, donde Azzarello y Risso confirman que de su colaboración no puede salir algo malo. También nos encontramos con series que partiendo de una propuesta interesante se quedan en agua de borrajas, como la de Green Lantern. En estas series se juega constantemente con los personajes principales y secundarios del universo que todos conocemos, por lo que para el lector habitual los guiños se esconden en cada viñeta. Sin embargo queda la sensación de que DC lleva mucho tiempo viviendo de los personajes ya creados a los que va añadiendo pequeños cambios y puntos de vista diferentes, y que tarde o temprano esta fórmula se les va a acabar, si no lo ha hecho ya. Ha llegado la hora de que DC empiece a escribir su nueva historia y esperemos que lo haga con el inminente reinicio.


domingo, 15 de abril de 2012

Batman: El contraataque del caballero oscuro


En el inicio del segundo de los tres libros que componen El contraataque del caballero oscuro, una secuencia aparentemente intrascendente aparece presentada en tres splash pages consecutivas, a doble página. Al contemplar cómo seis páginas ilustran una sola acción, es imposible no advertir que algo diferente está ocurriendo, y que valorar este cómic bajo los cánones tradicionales resulta ridículo. 

Sirve también de bien poco valorarlo como continuación de la inalcanzable obra El regreso del caballero oscuro, pues no tiene ni la trascendencia, ni el peso, ni la ambición de aquella. Se acerca acaso a un What if de cómo podría haber sido su continuación, pero más como ensoñación que como secuela literal. En su lugar, El contraataque del caballero oscuro se revela como libre expresión artística, como campo de experimentación, como atrevimiento inspirador que se adelanta a su tiempo tanto como lo hizo en su día la hermana mayor. 

Es más una obra de arte que una obra maestra, en tanto que parece siempre menos preocupada por el resultado final que por los hallazgos creativos que encuentra mientras dinamita todo el universo literario de Batman y su mitología, retorciendo y mirando también bajo un nuevo prisma el imaginario derivado de El regreso del caballero oscuro. Si aquella era la novela definitiva, su hermana pequeña es un hermoso e inaccesible libro de poesía. 

Para un amante del arte, El contraataque del caballero oscuro es una auténtica revelación. Lynn Varley explora las posibilidades de la representación artística y de los referentes culturales más diversos a partir de los personajes del cómic. Si Wonder Woman parece dibujada por Picasso no es casualidad. Superman o el propio Batman parecen salidos de la más ardiente vena expresionista, y los rabiosos y caprichosos fondos digitales parecen cercanos a la sensibilidad del arte contemporáneo. Mezcla de estilos, de referencias y de técnicas, para componer una obra ingobernable, inagotable, inclasificable. 

Mucho sufrirá quien se acerque a sus páginas buscando un cómic convencional, buscando lo que puedan ofrecer otras historietas. El contraataque del caballero oscuro se abandona, plenamente, a la búsqueda de nuevos caminos narrativos, y esa valiente decisión hace que pierda lectores con cada página. Es necesario observar la obra con la suficiente perspectiva como para encontrar en ella todas las virtudes que la hacen grande. 

En el desquiciado universo de Frank Miller tiene un sentido especial la caricatura gruñona que concibe en torno a Batman. ¿Cómo se comportaría, realmente, una persona que ha perdido a sus padres en un robo a mano armada y que decide dedicar su vida a la venganza? Probablemente no sería el personaje introspectivo y detectivesco cuyo perfil hemos atribuido a la cultura popular. Quizás se parezca más a este anciano detestable, que odia a todos los seres mientras el amor entre otros superhéroes provoca maremotos y mueve montañas. Batman sólo es capaz de percibir a quién ama cuando ha terminado del todo la tempestad. Mientras exista el crimen, no existirá el hombre. 

En su mundo imaginario, en su grotesca caricatura, en su secuela imposible, en su historia irreal, Frank Miller termina por bosquejar un retrato más cercano al personaje de lo que nadie lo hizo nunca. 


domingo, 8 de abril de 2012

All Star: Batman y Robin


"Es un hombre que tiene una misión, pero no es la venganza lo que le mueve. Es mucho más noble. Quiere que el mundo sea un lugar mejor, donde un joven Bruce Wayne no sea una víctima… En cierta manera, quiere ser innecesario. Batman es un héroe que desearía no existir”.
                                                                                             - Frank Miller

All Star: Batman y Robin nos presenta a la pareja por excelencia de DC de la mano de una pareja artística igual de imponente: Frank Miller y Jim Lee. El primero ayudó a construir el mito del hombre murciélago con dos obras icónicas, una sobre su origen (Año uno) y otra sobre su incierto futuro (El regreso del caballero oscuro). Sobre Jim Lee poco hay que decir, basta con ver alguno de sus dibujos. Sus páginas se llenan de mujeres perfectas, hombres musculosos, perspectivas impresionantes y una cinética envidiable. Por lo tanto, es muy difícil abrir las primeras páginas de éste cómic y no entregarte a la característica narrativa de Miller y las apabullantes splash pages de Lee

La idea de esta serie es revisitar el apadrinamiento de Dick Grayson, el primer Robin, por Bruce Wayne. Por lo tanto, si hablamos de revisitar, debemos enfrentarnos a la lectura intentando despojarnos de lo que hayamos leído sobre esta historia, o es muy probable que acabemos enfadados... y lo digo por experiencia propia. Frank Miller nos presenta a un Batman muy cercano al de El regreso del caballero oscuro pero llevado al límite, con mucho de vengador y casi nada de detective. Aquí es prácticamente un psicópata, que no duda en hacer explotar un coche de policía por muchas muertes que esto pueda causar y disfruta rompiendo los huesos de sus enemigos mientras ríe a carcajada limpia, porque es el puñetero Batman [sic]. Esto no sería un problema (e incluso lo alabaría) si la historieta estuviese escrita por completo desde el punto de vista de Dick Grayson, pero en los pasajes narrados por Wayne ese desequilibrio es incluso más patente. Me sorprende especialmente que esta imagen de un Batman que disfruta con lo que hace venga de la misma persona que dio una definición sobre el personaje, desde mi punto de vista, tan certera como la que abre este texto.

Pero esto es sólo el principio de la espiral de excesos a la que nos arrastra Miller. En su universo, cuando un personaje no está enfadado todo el tiempo (grupo en el que se incluye a Wonder woman) es caricaturizado hasta llegar al ridículo. Caso especialmente acuciado en Plastic Man y Green Lantern. Gotham City es descrita como la última pocilga del planeta, una suerte de Sin City a todo color, lo cual no se aleja de lo que todos conocemos. El problema viene cuando las pinceladas que se dan sobre Metrópolis son sospechosamente similares, como si Miller no fuese capaz de ver el mundo de otra forma. Lo que en un principio son las divertidas señas de identidad del autor, con el paso de las páginas lastran la lectura. Las reiteraciones se apelotonan con las frases molonas marca de la casa, aunque siempre hay hueco para los destellos de genialidad que nos recuerdan por qué Miller está donde está. Pero esto en última instancia sirve para acentuar la sensación de decepción que queda tras la lectura, no por haber leído un mal cómic de Batman, sino por ver a un Miller que no es capaz de salir de la caricatura que se ha hecho a sí mismo.