martes, 1 de mayo de 2012

Batgirl: Año uno


Pocos cómics son tan reverenciados en la industria como el Batman: Año uno, de Frank Miller. Con un propósito más cercano a engordar las arcas que a renovar los mitos, DC acometió el particular Año uno de algunos de los héroes más próximos al universo del cruzado enmascarado. 

Bárbara Gordon desea ayudar a su padre, el comisario de la ciudad, y al mismo tiempo encontrar su propio camino. En la mitología de Batgirl se enfrentan, por tanto, el deseo de sobreprotección de un padre ejemplar con el deseo de la niña de ayudar a su padre a pesar de sus limitaciones. Dado que Batman es el único ser viviente al que Gordon respeta, Bárbara comprende que sólo podrá formar parte del mundo de su padre a través de una máscara. 

Chuck Dixon se equivoca al dejar de lado el trasfondo de su personaje y enfocar el origen de Batgirl como un juego adolescente. El cómic está destinado a una encarnación femenina de Batman sin trasfondo alguno. La niña que quiere hacer justicia por su cuenta y se viste como los héroes que conoce. La relación tanto con Batman como con Robin también está tratada de una manera ligera y poco atractiva, lo que sumado al poco interés del enfrentamiento con un villano como Polilla Asesina convierte el cómic en una nadería. 

Lo más sugerente de la obra se convierte en el dibujo de Marcos Martín, que realiza un excelente trabajo de recreación de la edad dorada del cómic a través de sus referentes visuales. La historia a la que acompaña, sin embargo, es del todo intrascendente. Batgirl: Año uno sólo se disfruta por la elegancia de su trazo visual y por el puro reencuentro con un personaje entrañable. 

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