jueves, 15 de marzo de 2012

Superman: All-Star


¿Qué sucede cuando la imparable fuera golpea el objeto inamovible? 


Que ambas se rinden. 


Siempre me he preguntado, antes de leer la primera página de cualquier cómic de Superman, qué podría contarse sobre un héroe capaz de cualquier cosa, alguien para el cual no existen obstáculos imposibles. La respuesta de Grant Morrison aparece en forma de pregunta, también la más obvia. Por qué un ser que podría dominar el universo entero y que no encuentra en este planeta a nadie a su altura, decide quedarse para cuidarnos. 

All-Star cuenta la historia de un Superman en el ocaso, a punto de ser derrotado gracias a un elaborado plan de Lex Luthor que se sirve del sol para desintegrar, poco a poco, las partículas de Superman hasta desintegrarlo por completo. El tiempo de espera desde el contacto con el sol hasta su muerte instará al superhéroe a cumplir las últimas 12 hazañas, y entonces surge una nueva pregunta. Si el dios del olimpo es capaz de superar todas sus pruebas y ya no le queda ninguna otra, ¿qué sentido tiene su existencia? 

Grant Morrison sitúa nuestros ojos en el mismo campo de visión que el de Superman. Todo se mide en miles de millones, las llaves pesan toneladas y la única unidad temporal posible es justamente el fin de los tiempos. Así es como debe sentir el universo un superhombre, parece querer contar esta historia crepuscular. All-Star no es tanto la crónica de una muerte como un homenaje al personaje y a las infinitas posibilidades de su narración. 

La épica del cómic reside en cómo Superman vence todas las pruebas a través de su fe inquebrantable en el ser humano, en el que continúa confiando aún después de haber sido traicionado una y mil veces. La fuerza imparable es el amor del ser humano, aquello que lo hace único. El objeto inamovible es el propio héroe. El superhombre se convierte entonces en una imagen de lo que podríamos ser, un espejo en el que mirarse, un modelo al que aspirar, una prueba física que nos recuerde siempre cómo somos en nuestro interior. 

La obra, en la que los espacios y los lugares juegan un papel determinante en la composición de las hermosas viñetas, termina siendo una carta de amor al personaje. Y el personaje, aquí más que nunca, se revela del todo como una carta de amor al hombre. 

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