martes, 20 de marzo de 2012

Batman: The Cult


Puede que nos encontremos frente al cómic más impopular de Batman. Vilipendiado primero por haberse gestado gracias al éxito de El regreso del caballero oscuro de Frank Miller, y acusado más tarde de mostrar a un enmascarado poco digno de su nombre, alejado de la valentía y fortaleza de espíritu del personaje original. 

The Cult es, ante todo, una historia de terror. Una pesadilla. Y lo es no ya por lo que se cuenta, un argumento que no deja de tomar recursos ya conocidos para tejer una trama de grandes pretensiones. Lo es porque, por primera vez, muestra a un Batman temeroso, dubitativo, incapaz de tomar decisiones con su habitual determinación. 

Todos aceptamos al héroe que nació a partir del miedo que causó el asesinato de sus padres. Si los murciélagos le inspiraban temor, entonces asustaría a sus enemigos evocando a ese animal. Pero sin embargo, no aceptamos que el propio hombre sienta otros miedos. Para el lector, Batman deja de ser un hombre en cuanto se pone la máscara. Los miedos, un sentimiento indivisible del alma humana, no son permitidos en el cruzado enmascarado. 

Ese miedo viene de las drogas con las que castigan al héroe a lo largo del relato, que merman sus capacidades. Pero por encima de esa razón está la de un defensor que percibe al fin una resolución funesta, un héroe que intuye que quizás las cosas no salgan bien esta vez. ¿Quién protegerá Gotham entonces? Por un momento, parece que Batman sea consciente no ya del enorme peso que sostiene a sus espaldas, sino que nadie sería capaz de sustituir su labor, y esa certeza acaba siendo el mayor de sus miedos. 

Las pretensiones transgresoras de The Cult son del todo ingenuas, aún más cuando se leen con la perspectiva que da el tiempo, casi treinta años tras su publicación. El sentimiento de pesadilla, sin embargo, permanece, y no porque el chamán de la historia vaya a conseguir controlar la ciudad. El horror es descubrir que Batman, despojado de su cinturón multiusos y sin más protección que una máscara inútil, es tan humano como cualquiera de nosotros.

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